imageEscribo este texto desde el avión, trayecto Acapulco-México, después de la tormenta Manuel y el huracán Ingrid y de su devastación por buena parte del país. Nombro a este texto Responsabilidad, por los hechos que he visto, oído o leído esta semana.

 

Responsabilidad gubernamental:

Los desastres pueden verse desde la óptica de la prevención y de la atención.

En el caso de la prevención surge la duda de si no hubieron las alertas suficientes por parte de los diferentes órdenes de gobierno para avisar a la población de que esto sucedería. La época de huracanes y tormentas en el país está claramente identificada. Sin embargo, en esta ocasión y en varias más habría que cuestionarse en dónde se falló, en dónde faltó comunicación para emitir comunicados de que un evento que no ocurría desde 1958, iba a suceder.

También, por el lado de la prevención está la planeación urbana y la entrega de permisos o concesiones. El hecho de permitir que la corrupción permee en la entrega de permisos para la construcción de espacios residenciales en zonas de riesgo ha contribuido a este tipo de desastres, causando pérdidas humanas y materiales. La entrega de concesiones en la construcción u operación de carreteras de baja calidad, también es parte de la responsabilidad que tiene el gobierno en estos temas.

Por parte de la atención están las prioridades en las que los recursos son utilizados. El atender primero a personas que no requieren ayuda urgente, como el caso de los que cuentan con buena posición económica y que claramente no requieren de apoyos especiales, carece de todo sentido de estrategia y visión de las emergencias.

La atención también se refiere a combatir los casos de uso o abuso político de recursos o programas sociales, de corrupción y falta de transparencia, en donde la impunidad ha hecho que estas situaciones sigan pasando, año con año, no importando el orden de gobierno o partido político.

 

Responsabilidad del sector privado:

El hecho de dar servicios o materiales de baja calidad, para disminuir costos e incrementar las ganancias, también genera que los desastres sean mayores.

El fomentar el negocio de los bienes inmobiliarios en zonas que pueden tener riesgos a largo plazo sobrepasa todo sentido de ética. El cortoplacismo que beneficia a unos pocos puede traer consecuencias graves para miles.

Asimismo, aprovecharse de las desgracias para subir los precios de alimentos o servicios es inaceptable. La calamidad ajena no debe ser fuente de ingresos.

 

Responsabilidad ciudadana:

La discriminación y desigualdad en México llegan a ser males que aquejan el desarrollo del país.
Ver a una parte de la sociedad indolente por el sufrimiento de otra, es cruel, resulta hasta inhumano.
El aprovecharse de las situaciones para sacar ventaja de autoridades o de empresas que buscan cumplir con su deber o de no tener pérdidas innecesarias es muestra de la falta de integridad con la que muchas personas viven.

La participación ciudadana es necesaria en estos y en muchos casos. El gobierno no lo puede hacer todo, es crucial una sociedad preocupada y responsable por los asuntos de su comunidad, colonia, municipio, estado, país. La ciudadanía no solo se refiere a tener derechos, sino también obligaciones.

 

No todo es negativo. La responsabilidad lleva a la acción.

La entrega de militares o funcionarios públicos que actuaron expeditamente y que hicieron buen uso de los recursos disponibles en momentos de necesidad de la población es de reconocerse. El saber que miembros del ejército también tenían familiares sufriendo, pero que trabajaban rescatando a otros muchos más, da cuenta de la responsabilidad de quienes ocupan un cargo.

El compromiso con el que algunas empresas han apoyado a las y los damnificados fue muy importante. El ceder o disminuir ingresos por el bien común es la balanza de un empresariado útil a su país. No es en las certificaciones o en cuántos reconocimientos de “Empresa Socialmente Responsable” es en lo que se mide la responsabilidad social corporativa, es en las acciones que llevan a cabo las compañías con respecto a su entorno.

La empatía con la que muchos ciudadanos han ido a donar dinero o víveres a centros de acopio, han sido voluntarios y/o han sido canales para que otros que no tienen los mismos privilegios estén en mejores circunstancias, da esperanza de que es posible tener una sociedad más viva y comprometida.

Ojalá que estos sucesos permitan hacer conciencia y cambios en gobierno, sector privado y ciudadanía. La coordinación, el compromiso y la responsabilidad de todos ellos permitirán que las acciones que cada uno lleva a cabo prevengan los desastres y se atiendan con mayor eficacia, eficiencia e integridad.